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Camuflados entre niños, esposas y familiares de los 4.000 reos, ingresan al penal docenas de prostitutas y homosexuales dispuestos a prestar sus servicios en cualquier rincón de la cárcel. Así lo comprobó este diario.
Una de esas prostitutas es Maritza Cubides, una cucuteña de 27 años que desde hace cinco trabaja en una whiskería del centro de Bogotá. Y que desde hace 27 meses, por recomendación de otra prostituta, encontró en la Modelo una nueva entrada económica para pagar una pieza en Ciudad Bolívar y sostener a sus dos hijos.
La cárcel es como una residencia , dice. Uno entra, presta su servicio a los clientes y se va .
Fonte : https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1283389